Un regalo de Héctor Ricci

Jueves te espero

Cuando la melancolía vespertina del domingo tira de la soga y cae el telón del fin de la semana, el jueves me parece lejano y remolón. Tengo la impresión de que él supiese de mi ansiedad por vivirlo, y para hacerse desear aún más, me estira el reloj hasta la tarde. Pero finalmente, el momento llega, y el repetido encuentro me regala cada vez la agradable compañía de mis amigos del Taller de Escritura.

Llegó y allí están, casi siempre antes que yo, Mauricio, sentado en su banquito personal hurgueteando en los archivos de la notebook en busca de alguna página escondida de su prolífica y variada producción y la jovial Susana, preparando un café que dan ganas de tomarlo en la luna encantada de sus versos, por donde también pasean los protagonistas de los romances ensoñadores de Valeria y los héroes valerosos de los escritos fantásticos de Alfredo. Y junto a ellos está Tato, que con su voz de tango, alma de pueblo y humor de sabio grande, sabe ponerle letra con mayúscula a los reclamos sociales encarnados en sus cuentos. Poco después, llega Miriam, y saluda a todos con la dulzura del agua de su río, que es la tinta mágica con la que escribe sus recuerdos y riega las flores de sus poesías. Luego, aparece Olga, flotando en su paz interior y luciendo su estilo serrano y soñador que vuelca con frescura en sus rimas. Y como el último tren, despacio y a veces resoplando, arriba de barba sonriente, Héctor Díaz, con sus borradores bajo el brazo que rebalsan de tantas lindas historias y anécdotas que tiene para contar, además de las que ya escribió, y que todos esperamos conocer algún día.

Pero primero, siempre primero está Mariana, Maru, la profe. Ella, sin perjuicio de ser quien nos enseña, también es medio nieta, medio hija, medio hermana, según el caso y la edad de cada uno de nosotros. Pero de todos es compinche entera, amiga entera, socia fiel e incondicional en nuestras inquietudes por hallar la mejor frase, el mejor título, la mejor puntuación, y sin vueltas ni egoísmo aporta su valiosa opinión, siempre atinada, siempre delicadamente sugerida, para que podamos perfeccionar nuestros trabajos. Y es así como finalmente obtiene lo que se merece: que todos la queramos mucho. Yo creo que ella lo sabe, pero como casi nunca se lo decimos, ésta me pareció una linda oportunidad para hacerlo.

Por último, tengo que agregar que formando parte de ese grupo, también estoy yo, feliz y a gusto de sentirme rodeado de estos buenos amigos que aman las letras, a quienes extraño mucho cuando alguna semana complicada me secuestra y me deja sin el esperado encuentro de los jueves.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Hola, se nota que hay amor. Amor a la Literatura, a la gente y a ustedes mismos. Por favór luchen para no perder nunca este espacio tan lindo.
Saludos
Marisa